sábado

Cabalgata

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Cada noche cabalgabas sobre tus huellas como rito de apariamiento primario. Cada noche dominabas un mundo hecho de carne y deseo, pero sòlo imaginario. Cada noche eras el placer de caballeros que dejaban a sus esposas leyendo novelas rosa mientras arrendaban tu tiempo hecho de minutos y de tarifa de alquiler. Cada noche era una inèdita juerga, cada recuerdo un espíritu anclado al cuerpo como piel, como larva en la mariposa.

“La vida es un circo, sòlo cambia en que la carpa es màs grande”, dijiste esa mañana en que te levantabas desde mi cama a comprar café y galletas para desayunar, pero no volviste.